jueves, 28 de abril de 2011

"Las crónicas de Narnia: La silla de plata" (CS Lewis)

Jill era una de esas personas afortunadas que no padecen de vértigo, y no le importó en absoluto estar al borde de un precipicio. Por eso se sintió un tanto molesta con Scrubb por tirar de ella hacia atrás - "como si fuera unca cría", se dijo -, y se desasió con violencia. Al ver lo pálido que se había quedado el niño, sintió un gran desprecio por él.
Para demostrar que no sentía miedo, fue a colocarse muy cerca del borde; en realidad, mucho más cerca de lo que incluso a ella le hubiera gustado. Luego miró abajo.
Comprendió entonces que Scrubb tenía una buena excusa para palidecer, pues ningún precipicio en nuestro mundo podría compararse a aquello. Intenta imaginar que estás en el acantilado más alto que conozcas, luego imagina que miras al fondo y a continuación imagina que el precipicio sigue descendiendo aún más, mucho más abajo, diez veces, veinte veces más abajo. Y después de haber contemplado toda esa distancia imagina cositas blancas que podrían confundirse a primera vista con ovejas, pero en seguida se distingue que son nubes - no pequeñas espirales de neblina sino nubes enormes, blancas e hinchadas, que en sí mismas son tan grandes como la mayoría de montañas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario